jueves, marzo 01, 2007

Continuando con el roche...

Yo creo que mis padres, personas para quienes el sexo es tabú porque son hijos de su época, me darán el sermón de las 8 horas... :'(
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Y como me dio un ataque de responsabilidad, puntualidad, pulcritud y todas esas cosas que normalmente no son cualidades mías… una mañana de domingo, me dediqué a ordenar mi habitación, así que empecé por sacudir y limpiar mi ropero. Que curioso, habían cosas que ya había olvidado y prefería que se queden ahí, en el olvido, así que tiraba todo lo que significara basura para mí. Encontré una cajita de condones que un día encontré en mi mochila con una inscripción que decía: “Carmencha, quiero enseñarte planificación familiar”, me reí tanto aquel día, hasta me dolía el estómago, porque lo peor era que no sabía quien era el autor de la broma…

No quise tirarlo así que lo dejé a un lado de mi cama, mientras sacaba todo para sacudir del polvo. De pronto entra mi sobrina de 8 años de edad y se echa en mi cama. Yo no veía lo que hacía porque estaba liada sacudiendo todo.
De pronto oigo una pregunta: “¿Tía, puedo abrir tu tarjeta de invitación?”, y yo sin voltear, ¡haz lo que quieras, estoy ocupada!, luego otra preguntita: “Tía, el adorno de tu tarjeta está sucio, creo que lo metieron al aceite”, yo sin prestarle atención… sólo escuché que salía de mi habitación….

De pronto, veo a mi sobrina nuevamente en la puerta, con el condón lleno de agua, diciendo: “tía, papá quiere hablar contigo”… ¡arg! ¬_¬

No hay derecho...

Digo yo... ¿dónde está la privacidad o la discreción?
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Llegué a Ayacucho el último día de carnavales, después de un mes en Antamina (Ancash); me di con la sorpresa de que habían llegado mis hermanos que viven fuera... estaba algo nostálgica, no sé si porque había estado fuera muchos días o porque estaba extrañando lo que había dejado allá... bueno, no sé exactamente qué, pero había algo que me dejaba una sensación de vacío en el estómago.

Quedamos en ir a cenar fuera con toda la familia... (numerosa familia), los sobrinos echando talco y espuma a la gente (costumbre carnavalesca), los hermanos cuidándolos, yo caminaba del brazo de mi mamá y mi papá al costado suyo.

Pasábamos por cierta calle huamanguina, abarrotada de gente por las fiestas de carnaval, por las comparsas, por la gente que va a ver el alegre festín, además de que todos los que viven por las calles por donde pasan las comparsas, se paran en sus puertas a mojar a todo el mundo. En medio de esa calle está un hotel más o menos simplón pero bastante tranquilo... en la puerta del hotel (hostal), estaba parado el recepcionista (el
limpiador, cuidador, el que hace turno, no lo sé...), mirando atentamente a todo el que pasaba por esa calle.

¿Díganme, hay derecho a que el desubicado muchacho, me salude tan cordialmente como si fuera una asidua concurrente a su hotel, delante de toda mi familia? ¬_¬