miércoles, septiembre 10, 2008

Confesiones... (Parte I)

Sé que muchos (por no decir todos) estarán en desacuerdo con lo que voy a decir. No pretendo convencer a nadie de lo que pienso... sólo lo digo.
-------------------------------------------------
Trataba de explicarle esto a un compañerito mío… tenía la idea, pero nunca pude expresarla con palabras porque soy un poco torpe para hablar (me lo dijeron muchas veces). Ahora trataré escribiendo, a ver si me dejo entender…

Yo, (qué Narciso me suena empezar con “YO”), bueno, yo casi nunca espero nada de nadie. No sé si es un defecto o una virtud, puede que sea pesimismo, o escepticismo, (y hasta puede que sea baja autoestima); también puede que sea un optimismo excesivo que me satura; aunque ahora prefiero llamarlo “humildad”. No lo sé, no lo sé. Sólo sé que nunca me he sentido decepcionada de las personas… tal vez sea un regalo de Dios por algo bueno que hice en otra vida (porque en ésta, lo dudo), que todas las personas que conocí y conozco son demasiado buenas conmigo. Siempre he aprendido de todos y cada uno de mis amigos, me han dado mucho más de lo que yo he dado, siempre he recibido verdades y he lanzado las mías (por el simple hecho de que no me importa, por eso prefiero decirla a quemaropa y sin anestesia).

Nadie está en deuda conmigo, porque simplemente nunca esperé nada de nadie, a pesar de que en muchas ocasiones me han dado puñaladas por la espalda, nunca he dicho a nadie "me has decepcionado", ni lo he pensado, ni me he llegado a sentir así… mucho menos ahora que de alguna manera me siento mejor viviendo cosas nuevas (aunque tengo la sensación de haber huido de algo o de alguien).

Cada sorbo que la vida me ofrece me ha hecho como soy, las personas que han existido en mi vida me han hecho lo que soy y el cúmulo de vivencias, de experiencias, incluso aquellas que se han llevado de mí lo mejor que tenía (los amigos, la ilusión, a veces incluso la esperanza), no me han hecho sentirme decepcionada. Ojo, me he molestado, me han hecho sentir triste y hasta a veces miserable, me han hecho sentir que volaba, me han hecho sentir terriblemente ignorante y a veces la mejor… pero decepcionada ¡NO!.
Quizá sea algo terrible, o al menos pueda parecerlo, no esperar nada de la persona que quiero, de mis amigos, o de mi familia, de los enamorados que tuve o del que ahora llena mis días… tampoco estoy segura de haber sido siempre así, puede que sólo sea una forma de defenderme de las amarguras de la vida, un escudo artificial con el que me siento falsamente protegida, o tal vez, quizá, no lo sé, sea sólo mi modo de demostrar amor y respeto al no agobiar a aquellos a quienes quiero con la carga de tolerar mi carácter depresivo, mi humor, mis aventuras o de adivinar qué cosas me gustan y qué no, qué canciones, qué bebidas, qué dulces y qué libros…
He llegado a creer que es mi modo de dejar en libertad para tomar decisiones sin más peso que la propia duda y responsabilidad de cada uno; o puede ser simplemente mi manera egoísta de dar lo que querría que me dieran, eso que tantas veces hace que no nos entendamos unos con otros: “dar besos si necesitamos besos”, “abrazar si queremos abrazos”, “dar libertad si ser libres queremos”, sin pararnos a pensar en qué quiere el que tenemos enfrente, o al lado.

Me causaba tanta gracia leer la definición de “madre” según Cabral: (madre es aquella mujer que cuando siente frío, abriga a su hijo). Pero sólo ahora entiendo que esa definición no sólo le compete a las madres, sino a cada uno de nosotros, porque que cada uno da lo que quisiera recibir.

Otras veces sospecho que en realidad no es que no espere nada, sino es que espero lo peor y cualquier cosa que no sea eso, hace que me sienta agradecida, aliviada, recompensada, satisfecha, gratificada, o incluso feliz. (Como alguna vez traté de explicar por qué yo pensaba que hacer el amor sin estar enamorada era mucho mejor… pero supongo que ese punto lo trataré en otro momento y con más calma porque sé que muchos se horrorizan ante esta idea).

Las peores deslealtades no me han hecho sentir despechada y es infinitamente peor aguantar el dolor, la angustia, la pesadumbre y la rabia cuando ni eres capaz de lanzar un reproche porque no tienes el derecho, porque jamás podrías terminar algo que nunca empezó; sin embargo tiene su recompensa, y no es pequeña, pues la mínima muestra de amor, de cariño, de amistad o de consideración son recibidas como una sorpresa, como un regalo porque si algo no fue esperado y llega, ya es un plus, es ganancia..

Yo, sólo soy como me conocen: simple, mediocre, desesperanzada, temerosa y hasta cierto punto cobarde. No tengo recuerdos de niñez por la patética memoria que tengo… el único pasado que conservo hasta hacerlo leyenda es el de mi Daddy. No tengo fiestas de 15 o viajes de promoción (porque no los recuerdo)… no tengo hijos por quienes morir, ni padres de hijos que me hicieran sufrir. No tengo mejores amigos a quienes extrañar, salvo uno que es más raro que yo y jamás lo extraño porque está dentro de mí (o tal vez él sea yo). No estoy atada a nada ni nadie de tal forma que no pueda salir corriendo. Existo pero no vivo o, si lo prefieren, vivo pero no tengo “una vida”.

Dije muchas veces que nada tiene especial relevancia en mi vida y así es, al menos no puedo morir por algo, nada deseo con tanta vehemencia que el universo confabule para concedérmelo… pero hay algo que me agrada, que me hace gracia y es pensar que alguien escuche a Sabina como yo, que le guste comer la torta de chocolate con la mano, que prefiera una salchipapa que todo un pollo, que llore leyendo un libro o que sienta curiosidad de hacer las cosas que lee en otro… de alguna manera me gusta pensar que hubiera alguien parecido a mí, con mis defectos, gustos, manías, idioteces y cobardías… ¡arg!. (No por cuestiones egocéntricas, sino, sólo para no sentirme la única tarada)… (Esta parte también me está sonando Narcisa).

Las buenas y malas acciones ya están dichas por la sociedad, la sociedad o sea nosotros, ya sabemos cuales son... de hecho, me he portado mal muchas veces porque no sé dónde termina lo bueno y empieza lo malo (El hecho de no tener fronteras, ni siquiera geográficas me causa este problema), eso significaba que debía tener un castigo… (Es sólo el hecho de extender un poco el concepto de responsabilidad, o sea, de asumir las consecuencias que tienen las acciones y decisiones que tomamos)... he recibido lo que merecía, por eso pienso que no le debo nada a nadie y en mis historias no hay víctimas ni victimarios. Además, todo depende de uno mismo... el bien y el mal viven dentro de cada uno de nosotros… todos somos capaces del bien y del mal... sólo nos falta el pretexto. (Yo tenía uno… muy bueno a decir verdad, pero no me atrevo a confesarlo) y bue… la vida cobra facturas.

¿La vida cobra facturas? Sí, ¡y caras! (a esa conclusión llegamos él y yo en una de nuestras conversaciones… aunque siempre dice que el castigo o la recompensa están sólo en nuestra imaginación… y yo pienso, “¡qué imaginación la mía!... el cachetadón que me dieron un par de días antes de salir de Ayacucho, por haberme portado mal me dejó la cara roja… ¡que buena imaginación!

Luego de recordar todo lo que sucede en mi vida y todo lo que mi carácter aguanta, llegué a la conclusión de que no hay drama para mí. La vida continúa para todos y para mí también… así que siempre estaré dispuesta a jugar a la vida. Digo “juego”, porque jugaré a lo que el momento me invite: venganzas, soledades, ilusiones, deseos, cariños y hasta quien sabe… podría jugar a que soy feliz ^_^.