lunes, septiembre 15, 2008

No hay drama...

A veces tengo la sensación de que una semana dura un mes... y otras veces que dura un día... espero que ésta semana me dure una hora (es que ando cansadita).
--------------------------------------------
Y qué querían… es lunes otra vez…

Tal vez el viernes pueda contarles sobre el tráfico en la Panamericana a las 6:00 a.m., cuando todas las combis están queriendo recoger a 50 pasajeros cuando sólo cabemos 20 (como plátanos aplastados, por supuesto), de los mañosotes que suben a las combis sólo para que se peguen a las chicas (siempre por detrás), de las lloviznas que me congelan hasta el alma, de la música a todo volumen de las combis, de la cara de culo con que me espera mi jefa, de las casi dos horas que me lleva volver a casa en las noches (no todas, hehe)… lo digo porque los viernes soy capaz de pensar y soportar todo eso ya que tendré todo el fin de semana para vagar, bañarme dos horas, leer, comer, y… “¿…?” (lo dejo a la imaginación de ustedes).

Tengan una buena semana ^_^
....

miércoles, septiembre 10, 2008

Confesiones (Parte II)

Ya lo decía el viejo refran "No hay mal que dure 100 años..."
------------------------------------------------
Es cierto. Ahora sonrío, pero hubo un tiempo en que el mundo se me caía encima. Bueno, ahora que lo pienso, quizá no era para tanto, pero sí recuerdo que no fui capaz de despedirme de mis mejores amigos y amigas, regalarle a un amigo la mejor de mis sonrisas en el día de su cumpleaños, y también, como siempre que estaba triste, acababa pasando lo de siempre, “no era en mi cama donde amanecía esos días”.

Esos últimos días mi mente viajaba a la velocidad de la luz de un recuerdo a otro, de un arrepentimiento a otro, que me obligaba a salir de casa, a la vida bohemia, a censurarme canciones, personas y deseos.

Oía comentarios muy agresivos y soeces de las contadas personas que supieron de mi historia y un “vete de Ayacucho Carmencha”

Me río ahora recordando los “Nunca más, lo siento mucho, nunca más", que repetía todas las mañanas al despertar. Ahora sé que si pudiera volver atrás pondría a cada uno en su lugar. Sabría ser la que todos esperan y no me dejaría someter ni subyugar, ni permitiría que nadie me chantajeara, minimizara o culpara de situaciones que suceden y que suceden a menudo.

Hay cosas que se pierden, como la inocencia, pero hay otras que se ganan también. Un año más vieja, un año con más experiencia, esperanzas, ilusiones, planes, un año de cosas nuevas, circunstancias nuevas, ideas nuevas, deseos nuevos y ¿por qué no?, nuevos amores.

Ahora, en mis fines de semana ya no se entromete nadie, mis fines de semana están reservados, él y yo solos. Ejm, ejm: él, el vino, Sabina y yo… solos :)



Confesiones... (Parte I)

Sé que muchos (por no decir todos) estarán en desacuerdo con lo que voy a decir. No pretendo convencer a nadie de lo que pienso... sólo lo digo.
-------------------------------------------------
Trataba de explicarle esto a un compañerito mío… tenía la idea, pero nunca pude expresarla con palabras porque soy un poco torpe para hablar (me lo dijeron muchas veces). Ahora trataré escribiendo, a ver si me dejo entender…

Yo, (qué Narciso me suena empezar con “YO”), bueno, yo casi nunca espero nada de nadie. No sé si es un defecto o una virtud, puede que sea pesimismo, o escepticismo, (y hasta puede que sea baja autoestima); también puede que sea un optimismo excesivo que me satura; aunque ahora prefiero llamarlo “humildad”. No lo sé, no lo sé. Sólo sé que nunca me he sentido decepcionada de las personas… tal vez sea un regalo de Dios por algo bueno que hice en otra vida (porque en ésta, lo dudo), que todas las personas que conocí y conozco son demasiado buenas conmigo. Siempre he aprendido de todos y cada uno de mis amigos, me han dado mucho más de lo que yo he dado, siempre he recibido verdades y he lanzado las mías (por el simple hecho de que no me importa, por eso prefiero decirla a quemaropa y sin anestesia).

Nadie está en deuda conmigo, porque simplemente nunca esperé nada de nadie, a pesar de que en muchas ocasiones me han dado puñaladas por la espalda, nunca he dicho a nadie "me has decepcionado", ni lo he pensado, ni me he llegado a sentir así… mucho menos ahora que de alguna manera me siento mejor viviendo cosas nuevas (aunque tengo la sensación de haber huido de algo o de alguien).

Cada sorbo que la vida me ofrece me ha hecho como soy, las personas que han existido en mi vida me han hecho lo que soy y el cúmulo de vivencias, de experiencias, incluso aquellas que se han llevado de mí lo mejor que tenía (los amigos, la ilusión, a veces incluso la esperanza), no me han hecho sentirme decepcionada. Ojo, me he molestado, me han hecho sentir triste y hasta a veces miserable, me han hecho sentir que volaba, me han hecho sentir terriblemente ignorante y a veces la mejor… pero decepcionada ¡NO!.
Quizá sea algo terrible, o al menos pueda parecerlo, no esperar nada de la persona que quiero, de mis amigos, o de mi familia, de los enamorados que tuve o del que ahora llena mis días… tampoco estoy segura de haber sido siempre así, puede que sólo sea una forma de defenderme de las amarguras de la vida, un escudo artificial con el que me siento falsamente protegida, o tal vez, quizá, no lo sé, sea sólo mi modo de demostrar amor y respeto al no agobiar a aquellos a quienes quiero con la carga de tolerar mi carácter depresivo, mi humor, mis aventuras o de adivinar qué cosas me gustan y qué no, qué canciones, qué bebidas, qué dulces y qué libros…
He llegado a creer que es mi modo de dejar en libertad para tomar decisiones sin más peso que la propia duda y responsabilidad de cada uno; o puede ser simplemente mi manera egoísta de dar lo que querría que me dieran, eso que tantas veces hace que no nos entendamos unos con otros: “dar besos si necesitamos besos”, “abrazar si queremos abrazos”, “dar libertad si ser libres queremos”, sin pararnos a pensar en qué quiere el que tenemos enfrente, o al lado.

Me causaba tanta gracia leer la definición de “madre” según Cabral: (madre es aquella mujer que cuando siente frío, abriga a su hijo). Pero sólo ahora entiendo que esa definición no sólo le compete a las madres, sino a cada uno de nosotros, porque que cada uno da lo que quisiera recibir.

Otras veces sospecho que en realidad no es que no espere nada, sino es que espero lo peor y cualquier cosa que no sea eso, hace que me sienta agradecida, aliviada, recompensada, satisfecha, gratificada, o incluso feliz. (Como alguna vez traté de explicar por qué yo pensaba que hacer el amor sin estar enamorada era mucho mejor… pero supongo que ese punto lo trataré en otro momento y con más calma porque sé que muchos se horrorizan ante esta idea).

Las peores deslealtades no me han hecho sentir despechada y es infinitamente peor aguantar el dolor, la angustia, la pesadumbre y la rabia cuando ni eres capaz de lanzar un reproche porque no tienes el derecho, porque jamás podrías terminar algo que nunca empezó; sin embargo tiene su recompensa, y no es pequeña, pues la mínima muestra de amor, de cariño, de amistad o de consideración son recibidas como una sorpresa, como un regalo porque si algo no fue esperado y llega, ya es un plus, es ganancia..

Yo, sólo soy como me conocen: simple, mediocre, desesperanzada, temerosa y hasta cierto punto cobarde. No tengo recuerdos de niñez por la patética memoria que tengo… el único pasado que conservo hasta hacerlo leyenda es el de mi Daddy. No tengo fiestas de 15 o viajes de promoción (porque no los recuerdo)… no tengo hijos por quienes morir, ni padres de hijos que me hicieran sufrir. No tengo mejores amigos a quienes extrañar, salvo uno que es más raro que yo y jamás lo extraño porque está dentro de mí (o tal vez él sea yo). No estoy atada a nada ni nadie de tal forma que no pueda salir corriendo. Existo pero no vivo o, si lo prefieren, vivo pero no tengo “una vida”.

Dije muchas veces que nada tiene especial relevancia en mi vida y así es, al menos no puedo morir por algo, nada deseo con tanta vehemencia que el universo confabule para concedérmelo… pero hay algo que me agrada, que me hace gracia y es pensar que alguien escuche a Sabina como yo, que le guste comer la torta de chocolate con la mano, que prefiera una salchipapa que todo un pollo, que llore leyendo un libro o que sienta curiosidad de hacer las cosas que lee en otro… de alguna manera me gusta pensar que hubiera alguien parecido a mí, con mis defectos, gustos, manías, idioteces y cobardías… ¡arg!. (No por cuestiones egocéntricas, sino, sólo para no sentirme la única tarada)… (Esta parte también me está sonando Narcisa).

Las buenas y malas acciones ya están dichas por la sociedad, la sociedad o sea nosotros, ya sabemos cuales son... de hecho, me he portado mal muchas veces porque no sé dónde termina lo bueno y empieza lo malo (El hecho de no tener fronteras, ni siquiera geográficas me causa este problema), eso significaba que debía tener un castigo… (Es sólo el hecho de extender un poco el concepto de responsabilidad, o sea, de asumir las consecuencias que tienen las acciones y decisiones que tomamos)... he recibido lo que merecía, por eso pienso que no le debo nada a nadie y en mis historias no hay víctimas ni victimarios. Además, todo depende de uno mismo... el bien y el mal viven dentro de cada uno de nosotros… todos somos capaces del bien y del mal... sólo nos falta el pretexto. (Yo tenía uno… muy bueno a decir verdad, pero no me atrevo a confesarlo) y bue… la vida cobra facturas.

¿La vida cobra facturas? Sí, ¡y caras! (a esa conclusión llegamos él y yo en una de nuestras conversaciones… aunque siempre dice que el castigo o la recompensa están sólo en nuestra imaginación… y yo pienso, “¡qué imaginación la mía!... el cachetadón que me dieron un par de días antes de salir de Ayacucho, por haberme portado mal me dejó la cara roja… ¡que buena imaginación!

Luego de recordar todo lo que sucede en mi vida y todo lo que mi carácter aguanta, llegué a la conclusión de que no hay drama para mí. La vida continúa para todos y para mí también… así que siempre estaré dispuesta a jugar a la vida. Digo “juego”, porque jugaré a lo que el momento me invite: venganzas, soledades, ilusiones, deseos, cariños y hasta quien sabe… podría jugar a que soy feliz ^_^.

lunes, septiembre 08, 2008

Reír...

¿Qué hace que una cosa suene graciosa o cause lástima?... ¡arg! (tengo miedo de que vuelvan mis crisis existenciales...
-----------------------------------------------------
POR LA MAÑANA:
Escuchamos por la mañana, en la radio del bus de la empresa que nos lleva hasta la oficina...
........
*¿Por qué un elefante no puede chatear?
* Porque le tiene miedo al "mouse"...
.......
Me causó tanta gracia que no pude contener mi risa y me reí a carcajadas (siempre me han causado gracia las cosas más tontas). Pero mi menopáusica jefa me miró de reojo y molesta...
........
POR LA TARDE:
Hace un par de meses atrás, uno de los sub-gerentes de la empresa sufrió un ataque al corazón, por lo que estuvo con permiso aproximadamente 3 meses. (Lo extrañamos mucho durante su ausencia), pero ya está nuevamente con nosotros y de hecho, más flaquito, demacradito y etc, etc...
........
En la reunión de las 3:00, todos reunidos en la mesa, cuando (nunca falta un idiota), entró el sub-gerentito un poco cansadito, supongo porque no se supera rápidamente un ataque al corazón, cuando se esucha: ¡pase, Sr. "Corazón partido"!... y mi menopáusica jefa se rió a carcajadas, mientras a mí me dolía el corazón :(



miércoles, septiembre 03, 2008

¡Qué original...!

Supongo que todos en algún momento de nuestras vidas hemos pasado por esto... (made in Perú)
-------------------------------------------------
Tenía la esperanza de que realmente se avecinaba el tan esperado cambio de los policías, por tanto slogan, por tanto cartel bonito y por el temor de los choferes de combis ante la presencia de estos… pero nada de eso era cierto (un espejismo para alguien que había vagado 30 días en el desierto).

Posteo sobre este tema porque estoy demasiado indignada por las cosas que sucedieron el fin de semana que viajamos a Tacna (nunca pensé que me abrirían los ojos con demasiada crueldad como para volver triste después de un viaje tan esperado).

Ahora me doy cuenta de que slogans, carteles y propagandas en general, que pretendían devolverle la credibilidad a los policías frente a la sociedad, son puro cuento. “Al policía se le respeta” “El policía es tu amigo”, “Tolerancia cero” y algunos otros afiches re-gigantes a lo largo de las rutas del tan desprestigiado Perú. Policías sonriendo, muy bien uniformados, policías recibiendo y cargando a niños juguetones y bueno, policías en todas las poses de “buenos”… ¡pero bah!

Después de mi último viaje y ante tanta desfachatez y asalto de esta gente que por alguna razón se les dio uniforme para que puedan “robar legalmente”, me he quedado convencida de que un policía es un “asaltante con uniforme”, un “tragamonedas” (como los llaman los choferes), un verdadero asco de la moralidad y ética, un virus que ataca y pudre a la sociedad.

Perú es un país donde los policías han degradado tanto a su institución que ninguna gigantografía, cartelones, afiches ni propagandas van a poder cambiar la manera de pensar de la sociedad respecto a ellos, sobretodo, si ellos mismos no cambian su manera de pensar hacia ellos mismos.

Mientras viajábamos, comentábamos que la carretera estaba en buen estado, pese a algunos tramos descuidados, que era preciso pagar los caros peajes si queríamos que mejorara aún más la carretera… íbamos contentos porque a pesar de todo, no había demasiados puestos de peaje como hay en otras rutas. El comentario del amigo que iba manejando en ese instante el carro: ¡claro que pagaremos “peaje”… con una risita irónica! (no entendí muy bien, pero no pregunté más).

A cada hora de viaje había un patrullero con dos o tres policías a bordo, obviamente rascándose las bo… porque no se veía mucho que tuvieran que hacer. De hecho, teníamos los papeles en regla pero se las ingeniaban para hacer alguna observación: que la velocidad, que los neblineros, que el espejuelo y un sin fin de argumentos para “cobrar peaje”.

Y sin reparar en mi presencia, sin más asco, sin pudor, pedían dinero para cada uno de los policías que se encontraban en el patrullero, para su chifita, para un par galoncitos, para una gaseosita, etc, etc.
Dicho y hecho, no había muchos puestos de peaje, pero había demasiados patrulleros para cobrarnos hasta el aire que respirábamos. Me hubiera encantado pagar más peaje, porque al menos mantendrán en buen estado las carreteras, pero pagar a unos zánganos que en vez de servir a la sociedad, la corrompen, la enviran, la asquean y la afean.

La alegría que sentía viendo el temor de los asesinos choferes de combis ante la policía se me murió de golpe. Demasiada tristeza para un viaje planeado con anterioridad, una “quasi” lunita de miel, un fin de semana que sería una delicia, terminó por destrozarme la moral y seguir sintiendo vergüenza ajena cada vez que un extranjero me habla de mi país.

¿Creo que estoy pecando de “original” al contarles este caso no?